De Napoleon Bonaparte to Josephine Bonaparte

Verona, 3 Frimaire, year V (1797)

 

Ya no te amo; al contrario, te detesto. 

Eres una miserable, verdaderamente perversa,  verdaderamente estúpida, una verdadera Cenicienta.

No me escribes nunca, no amas a tu marido; sabes el placer que le dan tus cartas y, sin embargo, no consigues ni siquiera  escribirle media docena de líneas, ¡hechas en un momento!

 

¿Qué hace entonces todo el día, señora?

¿Qué asunto es tan vital que le roba el tiempo para escribir a su fiel amante?

¿Qué apego puede ahogar y apartar el amor, el amor tierno y constante que le prometió?

¿Quién puede ser este nuevo y maravilloso amante que ocupa todos sus momentos, gobierna sus días y le impide dedicar su atención a su marido?

 

Cuidado, Josefina, una buena noche las puertas serán derribadas y allí estaré yo.

En verdad, me preocupa, mi amor, no tener noticias tuyas; escríbeme al instante una carta de cuatro páginas, compuesta de esas deliciosas palabras que llenan mi corazón de emoción y alegría.

Espero tenerte en mis brazos dentro de poco, cuando te prodigaré un millón de besos, ardientes como el sol ecuatorial.

 

Love Letters an anthology chosen by Antonia Fraser

Conoce a Josephine Bonaparte. 

Que mujer más humilde y correcta, Josephine llego a ser esposa de Alejandro de Beauharnais, su primer esposo por errores, accidentes o casualidades del destino que casi siempre inconscientemente son elegidas, esa primera vez no se caso por amor, se caso por obligación, por hacer lo correcto, por seguir la tradición. La suerte estaba echada, en una época donde las mujeres poco o nada pintaban, ella era una mujer con un don de gentes que le daba paso en cualquier evento de la alta sociedad, no era una de las chicas más adineradas pero si se encontraba en el entorno adecuado para hacer amistades favorables. Pero  Alejandro de Beauharnais no lo veía así, era un golfo que buscaba siempre satisfacer sus pulsiones más ególatras, hasta el punto de intentar deshonrarla al nacer su segunda hija. Tanto fue así, que Josephine decidió iniciar una querella legal para una separación judicial mientras se recluyó con sus hijos Eugene y Hortensia recien nacida en el convento de Penthémont. 

A finales del siglo XVIII, la abadía de Penthémont,  era una de las instituciones educativas más prestigiosas de París para las hijas de la élite así como una hospedería que proporcionaba habitaciones para damas de buena reputación que buscaban descanso y meditación. La abadía estaba preparada con elegantes apartamentos para las mujeres nobles que buscaban la independencia de sus familias o matrimonios difíciles. Las damas eran libres de ir y venir cuando quisieran, con restricciones en las horas permitidas fuera del convento, a menudo tenían a sus hijos y sirvientes con ellas, y pasaban las noches socializando en los salones, algunas compadeciéndose y otras como en el caso de Josephina perfeccionando sus modales y puesta en escena en el ambiente burgués de la época.

Josephine (1763) y Napoleón (1769) se conocieron en 1795 cuándo él aún era un joven inmaduro e inexperto en algunos aspectos, con tan sólo 26 años se sintió plena e instantaneamente atraído por una mujer 6 años mayor que él, madre y viuda, que le imponía sabiduría , templanza y ternura.  Quedó tan prendado que tan solo un año después le propuso martrimonio y para mayo de 1996 ya estaban casados.  Desconociendo ambos su futuro como Emperador y Emperatriz de Francia. Napoleón no parecía aspirar a ser dueño de un imperio, ni Josefina imaginaba ser emperatriz de Francia. 

El matrimonio no fue bien recibido por la familia de Napoleón, ya que les sorprendió que hubiera elegido una mujer mayor, pues pasados los 30 ya era una señora mayor teniendo en cuenta que la esperanza de vida estaba entre los 37-47 años, además era viuda y tenía dos hijos, lo tomaron como una rebeldía por parte de Napoleon para ridiculizar a su madre, y tanto ella como sus hermanas estaban especialmente resentidas con Joséphine, ya que se sentían torpes y poco sofisticadas en su presencia. 

Dos días después de la boda, Bonaparte dejó París para dirigir un ejército francés a Italia. Durante su separación, le envió muchas cartas de amor. 

A principios de febrero de 1797, escribió:

“¡Tú a quien la naturaleza le ha dado espíritu, dulzura y belleza,

tú que solo puedes mover y gobernar mi corazón,

tú que conoces demasiado bien el imperio absoluto que ejerces sobre él!”. 

Sin embargo, Josephine rara vez respondía y cuando lo hacía, sus cartas eran evasivas y frías tanto en sus sentimientos como en lo referente a la intimidad. Se cuenta que Napoleón solía despedirse de manera picará diciendo:

“Un beso más abajo, más abajo de tus senos”

Josephine esta vez no se casó enamorada, de nuevo fue un compromiso que debía hacer, por lo que al inicio de su relación no mostró ni la misma ni similar afecto por Napoleon como la devoción y romanticismo que tenía él hacia ella. Ella era reacea, porque pensaba que pronto se le pasarían las galanterias y con él tiempo así fue, pero para entonces Josephine ya había aprendido a comprenderle de verdad. Se decía, que al poco de casarse, Napoleón tenía una foto de ella en su bolsillo y cada cierto tiempo la besaba y alardeaba de su tierna y maravillosa esposa. 

A pesar de la profunda comprensión y ternura que ambos desarrollaron el uno por el otro, sin olvidar las historias de pasiones y celos, la presión de la fama, la familia y el condicionamiento de un hijo varón que pesaban sobre Napoleón finalmente les separó en 1810. Ese mismo año él contraía matrimonio con una jovén de 19 años sobrina nieta de María Antonieta, la Archiduquesa de Austria Maria Luisa, con quien tuvo al año de casarse su ansiado hijo Napoleón Francis Joseph Charles. Habiendo reinado apenas 2 semanas, murió a los 21 años,  por un lado nunca fue reconocida legitimamente su sucesión como Napoleón II, emperador de Francia, una vez que su padre abdico y por otro la tuberculosis no le dejó seguir siendo conocido como “El rey de Roma” heredero del Sacro Imperio Romano Germánico y duque de Reichstadt.  

El plan del nuevo matrimonio, para Napoleón I, era demostrar su hombría, pues dejar un heredero legitimo era una muestra de virilidad, de la cuál Josephine le estaba privando, a  ojos de los estereotipos más retrógrados de la época, dónde aún las personas se dejaban llevar por el brillo de la fama, el poder y el dinero, en vez de por el poder, la fuerza y el ímpetu del más profundo amor que se tenían. Incluso ella se acostumbró rápidamente a la opulencia y el hedonismo que cómo emperatriz le acompañaba y parece ser que acumuló deudas que su esposo aunque le exigía tal elegancia no estaba dispuesto a pagar. 

El divorcio que fue de mutuo acuerdo, se dio con mucha pena por ambas partes y se atrevieron a hacer declaraciones amistosas el uno del otro. 

Por un lado Napoleón dejo patente su legado a Josephine manifestando publicamente:

“Es mi voluntad que conserve el rango y el título de emperatriz,

y especialmente que nunca dude de mis sentimientos,

y que siempre me considere su mejor y más querido amigo”.

Por otro lado Josephine comentó en Petit Comité:

“Lo único que se interpuso entre nosotros,

fueron mis deudas realmente,

no su hombría”

Unos años más tarde en 1814 , Josephine dejaba la vida terrenal por una complicación pulmonar derivada de un catarro común, Napoleón se enteró por la prensa local Francesa de tal acontecimiento, y se lamentaba de no poder despedirse de ella mientras permanecía en su exilio en Elba. Rápidamente escribió una carta a su médico de confianza y amigo que durante años les había atendido preguntandole:

– ¿porque había dejado morir a su pobre Josephina?

reconociendo además cuanto la seguía amando y lo poco que la había respetado, a lo que él respondió:

– No puedo curar la pena, ese es el mal que se la llevó. 

 

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